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La muerte de una mascota puede ocasionar los mismos efectos que causa la muerte de un ser querido, pero en menor intensidad, lo que no le resta importancia. Los grupos más vulnerables son los ancianos y los niños, ya que ellos suelen pasar más tiempo con sus mascotas y crear vínculos más fuertes con ellas. Al igual que con la muerte de una persona el sueño, el apetito y el interés por ciertas cosas pueden verse afectados con la muerte de la mascota.
Así como es importante en el duelo de una persona asistir a los rituales, con la muerte de la mascota también es vital hacer el proceso, sobre todo cuando se trata de la mascota de un niño. Acompañarlos a enterrar la mascota, invitarlos a que hagan un dibujo o una carta para despedirse, son acciones que les ayudan a los pequeños a aceptar y comprender la realidad.
Como padre no debe subestimar los sentimientos de tristeza y soledad que puede sufrir su hijo al perder su mascota. Los primeros días los niños pueden estar desalentados y no querer ir al colegio o a hacer sus actividades normales. Respeta su duelo y ayúdalos a superarlo.
El insomnio y la falta de apetito también pueden presentarse. Acompaña al niño durante los primeros días y habla con ellos sobre lo sucedido. Hazle saber que a ti también te duele y que sí es triste el que su “amigo” se haya ido, pero que la vida tiene unos ciclos.
No reemplaces la mascota de inmediato. Tambi´n es recomendable dar el tiempo de superar la pérdida. Cuando creas que ha pasado un tiempo prudente, pregúntales si quieren otra mascota, aunque muchas veces las personas deciden no tener más animales o esperar un tiempo prolongado.
En el caso de los ancianos, los familiares deben comprender que la muerte de la mascota es importante porque estas se convierten en compañeros inseparables. Usualmente los ancianos deben pasar solos los espacios que llenaban con su mascota, lo que exalta su ausencia. Muéstrate comprensivo frente a su tristeza y dolor.